Cuando la encontré le empecé a pegar voces hasta que me harté, y decidí escaparme de el bosque y corrí y corrí hasta llegar a un pequeño pueblo.
El pueblo era muy bonito, pero había toros y más vacas de mi especie y como dije que no iba a ser una vaca corriente cogí y me puse a andar a dos patas como una persona. ¡Las dejé impresionadas! Me fui cantando “soy una vaca lechera y no soy una vaca cualquiera”
Llegué a una pradera impresionante, todo verde.
A lo lejos había una tierra muy fina y también había agua. ¿Qué era? Era el mar. Corrí, salté, me revolqué, y por supuesto me bañé. Aquí me quedé a vivir en la playa.
JOSÉ ÁNGEL ROJAS CRUZ (6º C)
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