En La Carlota, ni en Écija. Así que me fui al prado y me eché una gran siestorra, que al final me desperté al día siguiente.
Me monté en un coche sin que se dieran cuenta (cosa que me resultó bastante difícil).
Cuando me di cuenta ya estaba en el País Vasco. Allí conocí a dos vacas que, con el tiempo, me di cuenta de que eran vacas etarras, que se llamaban Armando y Bumm.
Cuando reflexioné me dije a mí misma:
No soy diferente, soy un poco tonta.
FRANCISCO LEBRÓN CRESPÍN (6º C)
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